Un compendio de mis deambulaciones literarias y filosóficas, y otros yerros.
 
2. El argumento del no-milagro

2. El argumento del no-milagro

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Planteamiento

El argumento del no-milagro (al que a partir de ahora me referiré por sus iniciales ANM) afirma básicamente que, si el enorme éxito predictivo de las teorías científicas se produjera a pesar de que no son una adecuada descripción de la realidad, habría que pensar en una enorme coincidencia cósmica, en algo así como un milagro. Lo razonable es no confiar en que los milagros cósmicos existen y creer, por tanto, que el éxito de la ciencia se debe a que sus teorías describen aproximadamente cómo es la realidad.

Mi relato “¡La extragua no es agua!” contiene referencias en un tono informal y humorístico a algunos de los tópicos que aparecen en el debate sobre el ANM.

JZB considera el argumento desde el punto de vista de la semántica deflacionista, que postula una definición minimalista de la verdad: todo lo que significa la afirmación de que el enunciado ‘A’ es verdadero, es que A sucede. Decir que «aquí hay un conejo» es verdadero es lo mismo que decir que aquí hay un conejo. Y el objetivo del análisis es mostrar que, a la luz de las semánticas deflacionistas, el ANM se convierte en algo cercano a una “trivial pretensión científica”.

Uno pensaría que con esta frase se está desvalorizando el argumento, puesto que eso es lo que invita a pensar el calificativo de “trivial”. No es así, en mi opinión. Más bien puede entenderse que lo que afirma el argumento está trivialmente contenido en la actividad científica, de manera que el valor que se le otorgue será el valor que se otorgue a la actividad científica. No sería un argumento trivial, sino un argumento trivialmente inobjetable, en la medida en que uno considere que la actividad científica produce (pretende producir y a veces lo consigue) explicaciones verdaderas. Sería el primer botín que obtiene la ciencia como consecuencia del cambio en la línea de demarcación con respecto a la filosofía: el ANM pasa a su jurisdicción.

JZB expone su razonamiento con un gran rigor, y más adelante expondré mi correspondiente análisis intentando ser también riguroso, pero primero evaluaré sus pretensiones y alcance. Lo que viene a decir es que el éxito predictivo de la ciencia consiste en que las explicaciones científicas permiten deducir predicciones que resultan ser verdaderas, lo cual solo puede explicarse por la verdad de las teorías en las que esas explicaciones se basan. Y, puesto que decir que algo es verdadero equivale simplemente a decir que eso sucede, el éxito predictivo de la ciencia implica que sus teorías se corresponden con la realidad: «Pero basándonos en nuestra semántica deflacionista, de nuevo no hay diferencia alguna entre «el hecho de que T [una teoría científica] es verdadero» y esos hechos sobre el mundo que expresamos al afirmar el propio T.» Con lo cual desaparece el debate sobre la fuerza argumentativa del argumento del ANM: su validez está (trivialmente) implícita en la actividad mediante la cual los científicos consiguen el éxito predictivo que se les atribuye.

Semántica, metafísica y meta-lenguaje

Yo diría que se podría haber prescindido de los dos argumentos desde un principio, del ANM y del de JZB sobre el mismo. Si decir que algo es verdadero implica decir, sin más, que algo es real, el argumento del no-milagro es innecesario, y mucho más el que demuestra que su fuerza argumentativa le viene dada por el éxito de la actividad científica. A la luz de esa afirmación, el realismo sería autoevidente, por no decir tautológico. JZB considera que, simplemente, se está apoyando en la semántica deflacionista, que «pretende que las nociones semánticas pueden ser suficientemente explicadas sin comprometernos con una u otra postura sobre problemas metafísicos». La intención es encomiable, pero no basta solo con intenciones. Sin necesidad de entrar a analizar la semántica deflacionista (algo diré más adelante), parece claro que si de ella, o de la interpretación o el uso que hace de ella JZB, resulta que al aplicarla a un debate sobre problemas metafísicos en el que no había claro ganador, se provoca la victoria de uno de los contendientes por noqueo instantáneo del otro, esa semántica venía ya cargada de metafísica. Aunque me parece más justo decir que no es la semántica, sino la interpretación o el uso que se hace de ella, la que traiciona la neutralidad que prometía. La oración “El sol sale por las mañanas” es verdadera porque podemos ver cada día que el sol se eleva sobre el horizonte (si no está nublado y fuera del invierno polar). De acuerdo con la semántica deflacionista, aquí acaba todo: aceptar la verdad de esa afirmación no nos compromete con una astronomía geocéntrica.

Por si había alguna duda sobre lo que perseguía JZB con su análisis, al final del apartado lo explicita. Escribe que no pretende ir contra el realismo científico, sino más bien al contrario: pretende ir «en contra de la idea de que hay algo en la ‘interpretación filosófica’ de la relación entre T [una teoría científica], los hechos observados y ‘el mundo’ que va más allá de aquello de lo que deben ocuparse los científicos». De donde se deduce, en conjunción con lo que se ha establecido previamente, que la verdad del realismo científico no es probable o muy probable, sino absoluta, puesto que nadie, ni desde dentro ni desde fuera de la ciencia, puede cuestionarla. No lo pueden hacer los filósofos, por las razones anteriormente expuestas, pero (lo que es más… sorprendente) ni siquiera pueden hacerlo los científicos, puesto que es una consecuencia necesaria de su éxito predictivo. Es decir: un científico no puede tener una postura instrumentalista sobre la ciencia. Si un físico, por ejemplo, acepta la validez del Modelo Estándar de Partículas, que describe la estructura última de la materia tal como hoy se acepta mayoritariamente y se enseña a los estudiantes, está obligándose a aceptar la existencia real del electrón, y no puede pensar que el electrón es simplemente un concepto teórico que en la actualidad es muy fructífero para explicar satisfactoriamente una gran variedad de fenómenos pero que tal vez en el futuro sea sustituido por otro muy diferente que sea más fructífero aún. Se me ocurre (y probablemente sea una ocurrencia inapropiada) que, si estas conclusiones de JZB son ciertas y su validez se demuestra a partir de la semántica deflacionista, la semántica deflacionista debería enseñarse a los estudiantes de ciencia antes que cualquier otro contenido, a fin de prevenirlos de caer en el error del instrumentalismo. Porque, visto así, el instrumentalismo sería un error científico.

Más adelante JZB afirmará que los científicos pueden ser también instrumentalistas, y lo son a veces, y les corresponde a ellos decidir cuándo serlo. Pero eso no cambia lo dicho hasta ahora, porque, como veremos en su momento, cuando los científicos se comportan como instrumentalistas no están cuestionando el significado literal de sus afirmaciones existenciales (por lo menos de las más firmemente establecidas), sino que más bien postulan provisionalmente objetos teóricos sobre los que no hacen afirmaciones existenciales (o no las hacen rotundamente). Pero cuando las hacen explícitamente, están siendo explícitamente realistas.

« significa ∃» (existe significa existe), titula JZB el primer apartado de su artículo, y es cierto. Y si el científico afirma, o niega, la existencia de algo, nadie puede venir desde fuera de la ciencia y cuestionar la verdad de su afirmación o negación. Eso también es cierto. Pero el propio JZB cualifica sus intenciones filosóficas de una manera que permite aclarar el alcance de estas verdades. Escribe que se propone “desarrollar una explicación filosófica (o meta-científica)” (el subrayado es mío). Es un propósito impecable: cuando reflexiona sobre la ciencia, el filósofo no hace ciencia, sino meta-ciencia. Pues bien: precisamente eso es lo que impide que la certeza del “existe significa existe” se propague de un nivel al otro, del científico al filosófico. Lo que es verdadero en el lenguaje-objeto es verdadero en el lenguaje-objeto, podría decirse. Plantearse si es verdadero también en el meta-lenguaje no tiene sentido. Por mucho que se parezcan un enunciado del lenguaje objeto y uno del metalenguaje, es evidente que su significado es diferente, puesto que hablan de diferentes cosas. “El electrón existe” dicho por un científico no significa lo mismo que dicho por un filósofo. Es mucho más evidente si consideramos la negación en lugar de la afirmación. “El electrón no existe” dicho por un físico le compromete a ofrecer una explicación alternativa de toda la evidencia en cuya explicación sus colegas hacen intervenir al electrón, o por lo menos una refutación de esa explicación. Dicho por un filósofo, en cambio, le compromete con una postura antirrealista de las teorías científicas (con una determinada manera de entender la relación entre conocimiento y realidad, en última instancia), plenamente compatible con la aceptación del electrón como objeto teórico insustituible (actualmente, por lo menos) para explicar satisfactoriamente la evidencia empírica correspondiente.

En mi opinión, la pertinencia y la potencia que confiere JZB a la semántica deflacionista en el debate sobre el realismo va mucho más allá de lo que dicha semántica puede dar de sí. Y no solo es una opinión mía. Si nos vamos a las fuentes, Paul Horwich, creador de la teoría minimalista de la verdad, una variedad troncal de la semántica deflacionista, expone su postura sobre el tema en la obra fundacional Verdad, citada explícitamente por JZB. El capítulo 4, titulado “Metodología y realismo científico” lo dedica a «mostrar que el problema realismo/antirrealismo (junto con varias cuestiones relacionadas en la filosofía de la ciencia) no tienen que ver nada en absoluto con la verdad, y que la falta de reconocimiento de este hecho ha sido un obstáculo para pensar con claridad sobre estos asuntos» (Truth, Oxford: Clarendon Press, 2a ed. 1998, p. 52).

Análisis del ANM

Vamos ya con el análisis del ANM. Recordemos que, según el ANM, el realismo es la única explicación razonable del éxito de la ciencia, y recordemos también que JZB no pretende negar esta conclusión, sino mostrar que, analizado a la luz de las semánticas deflacionistas, el ANM no es más que “una trivial pretensión científica”: cae dentro de la jurisdicción científica, no de la filosófica. Su estrategia es mostrar que la verdad de las teorías científicas no necesita explicarse a partir de su éxito empírico ni de ningún otro factor externo a la ciencia misma, sino que es la propia ciencia la que lo explica. Para desarrollar su argumentación, aclara primero el concepto de éxito empírico de la ciencia, esa enorme capacidad que han mostrado las teorías científicas para explicar la evidencia empírica, y para ello descompone el concepto en tres proposiciones que veremos enseguida. El paso siguiente consistirá en preguntarse cuál puede ser la explicación de cada una de ellas, con el fin de comprobar si la verdad de las teorías puede ser la explicación en alguno de los casos. Y procede de la siguiente manera:

Si tenemos una teoría T y una evidencia empírica E que la teoría ha conseguido explicar, el éxito predictivo de la teoría podría descomponerse en:

1.       T implica E, es decir, la evidencia empírica puede deducirse de la teoría. ¿Qué hace falta para explicar ese hecho? Nada especial, afirma JZB. Simplemente, aplicar las reglas de la lógica.

2.       La verdad de E fue sorprendente en el momento en que E fue derivada de T. Para explicar esto, dice JZB, pueden utilizarse diversos recursos, pero aquí la verdad de T tampoco desempeña ningún papel.

3.       E es verdad. Esta es la única de las tres proposiciones que podría explicarse a partir de la verdad de T: el hecho de que la evidencia empírica que T pronosticaba sea cierta, quedaría explicado por el hecho de que T sea cierta, es decir, que describa aspectos verdaderos de la realidad. Pero ese recurso a la verdad de T es innecesario, puesto que, de acuerdo con la semántica deflacionista, afirmar que T es verdad es lo mismo que afirmar T, y afirmar que E es verdad es lo mismo que afirmar E, y, por tanto, decir que la verdad de T explica la verdad de E es lo mismo que decir que T explica E. Pero justamente esto es, ni más ni menos, lo que T pretende hacer; esa es la razón por la que existe. Por tanto, es trivialmente cierto que la verdad de T explica E. Trivialmente, porque explicar E es precisamente el objetivo de T.

De esta versión del argumento llaman la atención dos cosas:

1.       Que el recurso al éxito predictivo de T ha quedado al margen, cuando parece ser el núcleo de la fuerza del argumento. El ANM no dice que la verdad de T se explica por la verdad de E, sino por el éxito predictivo que ha comportado comprobar la verdad de E, tal como T había previsto.

2.       Que el campo de batalla de la disputa entre realistas y antirrealistas ha desaparecido repentinamente ante nuestros ojos. Ambas posturas coinciden en que pueden plantearse dudas razonables sobre la verdad de T (una vez que ha quedado demostrado que permite deducir E y que E es verdadero). Para el antirrealista, esas dudas son insalvables; el realista pretende salvarlas recurriendo (entre otros) al ANM. En cambio, en el planteamiento de JZB las dudas desaparecen, o, en todo caso, se convierten en las cautelas que siempre deben acompañar toda investigación científica. Es decir, se convierten en dudas científicas.

Empecemos por la segunda. Tirando de ese hilo, nos encontraremos también con la primera. ¿Qué se ha hecho para que desaparecieran las dudas sobre la verdad de T? Señalar que T explica E. Pero eso ya lo sabían los participantes en el debate. ¿Qué quiere decir que T explica E? Si vamos al análisis de JZB del ANM, vemos que “T explica E” ha quedado descompuesto en “T implica E” y “E es verdad”. ¿Qué nos dice esto sobre la verdad de T? Que es compatible con el mundo real, porque en ese mundo E es cierto y sabemos, además, que puede deducirse de T. Por tanto, T podría ser verdad, y el realista aporta su éxito predictivo como prueba de que lo es. Pero sin esa prueba (o alguna otra) la verdad de T no ha quedado demostrada; al considerar que queda probada solo con mostrar que T explica E se estaría incurriendo en una afirmación del consecuente (si p implica q, y si q es cierto, entonces p también es cierto).

¿Qué dice una semántica deflacionista sobre “T explica E”? Que equivale a decir que la verdad de T explica la verdad de E (y que la verdad de T explica E, y el resto de combinaciones). Pero estamos donde estábamos. Al demostrar la verdad de E (o E) se habrá demostrado que la verdad de T (o T) es una condición suficiente para explicarla, pero no que es una condición necesaria.

«Con el fin de evaluar si ‘la verdad de T’ es una buena explicación del ‘éxito empírico de T’, lo único que podemos hacer es ver si T es una buena, apropiada o aceptable explicación de E», escribe JZB. Pero, por más que T sea una excelente explicación de E, la verdad de T seguirá siendo hipotética, pues es el antecedente de una implicación, aunque sea una excelente explicación de su éxito empírico. Si no podemos hacer más que eso, nunca llegaremos a demostrar la verdad de T. El ANM arguye que podemos hacer más: demostrar la baja probabilidad de E. La verdad de T como única explicación posible de E nunca podrá establecerse simplemente mostrando que es una excelente explicación de E; haría falta, además, excluir la posibilidad de explicaciones alternativas. Y eso es lo que intenta hacer el ANM: minimizar la probabilidad de E con el fin de mostrar que la posibilidad de que puedan existir explicaciones alternativas es también mínima. Tal vez no llegue a excluirlas por completo, pero por lo menos se acerca, mientras que mejorar simplemente la calidad de la explicación no aporta nada con respecto a la verdad de T.

En definitiva: aportar más evidencia (científica, en este caso) para incrementar la verosimilitud de una implicación, es totalmente irrelevante de cara a demostrar la verdad del antecedente. En cambio, aportar razones (meta-científicas, en este caso) para decrementar la probabilidad de que pueda existir un antecedente diferente que implique el mismo consecuente, eso sí que incrementa la probabilidad de que el antecedente sea verdadero: en el extremo, si se demuestra la imposibilidad de una explicación alternativa, la implicación se convertiría en doble implicación. Eso es lo que pretende el realista con el ANM. Y con toda la legitimidad filosófica, creo yo. En mi opinión, el ANM no es un argumento conclusivo, pero es un buen intento.

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