—¡Hola, chicos!
La pareja de celebridades se gira hacia la mujer que los aborda. La chica, la cantante, se baja ligeramente las gafas de sol, intentando identificarla. El chico, el actor, vacila un momento y en seguida sonríe.
—Hola, chica —contesta.
—A él no le digo nada, que ya nos conocemos —y la mujer lo señala con una ligera indicación de cabeza mientras se dirige a la cantante—. Soy Eva, la relaciones públicas del hotel —y le estampa un beso en cada mejilla—. Gracias por venir. Y a ti —y hunde con familiaridad el dedo índice en el pecho del actor— gracias por traerla.
—Encantada —dice—. Me habló muy bien del hotel.
—Solo te dijo la verdad.
—Pero no me habló de ti.
—Bueno… yo soy parte del personal. A mí, en cambio, me habló mucho de ti.
—Veo que habláis mucho.
—Es parte de mi trabajo. Espero poder hablar mucho contigo, también.
—No sé, no soy tan… habladora.
—Conmigo es diferente.
—Hola, solitaria.
La cantante se baja ligeramente las gafas de sol empujándolas con un dedo.
—Hola, Eva —y se las vuelve a subir y deja reposar otra vez la cabeza en la tumbona.
—Él está rodando, ¿no?
—Sí.
—Te hago compañía, tengo un rato.
Y arrastra la tumbona más próxima hasta colocarla junto a la de la cantante y se estira en ella. La cantante suspira.
—Ya me iba a ir.
Están casi solas en la piscina. Un pareja de jóvenes, posiblemente recién casados, se hacen carantoñas al otro lado.
—¿Qué tal? ¿Cómo estás?
—Bien. El hotel, ideal.
—¡Gracias! Pero, aparte de eso, ¿cómo estás? Quiero decir, ¿estás cumpliendo tus sueños?
La cantante reacomoda ligeramente el cuerpo en la tumbona.
—¿Qué pregunta es esa?
—La única importante, creo yo.
—¿Eso crees?
—Sí. Y tú también.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo dices en tus canciones.
—No recuerdo haber escrito eso. ¿En qué canción lo digo?
—En todas. No las palabras. La idea.
Se acerca un camarero. Eva lo ve y le hace un gesto negativo con la cabeza. El camarero se da la vuelta.
—Los sueños… lo sueños siempre van más allá del presente. Eso es lo que son. Como el horizonte, que cuando llegas a él ya no es el horizonte.
—Eso sí que lo dices en una canción. Y es cierto. Pero también es cierto que cuando llegas, ves lo que hay más allá. Si nunca llegas, nunca lo ves. Y eso es lo que importa. Ir ensanchando el horizonte cada día. Te preguntaba por eso.
La cantante permanece inmóvil durante un momento. Después gira el cuerpo en la dirección de Eva, se queda recostada de lado y se encoge ligeramente, insinuando una postura fetal. Se vuelve a bajar las gafas de sol, pero ahora se las deja fijas sobre la punta de la nariz.
—¿Y tú? No haces más que preguntar. ¿Qué hay de tus sueños?
—No me puedo quejar. Mi trabajo no es tan creativo como el tuyo, ni tan glamuroso, ni tengo tanto éxito, pero, ¿sabes?, hago lo que gusta y me siento bien.
—¿Qué te gusta? ¿Vender noches de hotel? ¿Vender noches de ensueño en suites de lujo? ¿Vender… sueños?
Eva ríe.
—¡Noooooo! —protesta— ¡Yo no vendo nada! El negocio del hotel va mejor si yo hago bien mi trabajo, pero yo no vendo nada. No me gusta vender.
—¿Qué te gusta, entonces?
—Las personas. Me gustan las personas. Me gustáis las personas. El contacto personal. El contacto… auténticamente personal, el que va más allá de las formalidades y las frases hechas.
—¡Vaya! ¡Qué sorpresa! Habría dicho que una relaciones públicas ha de representar un papel.
—No. Lo que tiene que hacer es dar confianza, hacer que la gente se sienta a gusto. Y la mejor manera de que la gente se sienta a gusto es que perciban autenticidad.
—Autenticidad…
La mirada se les va a ambas hacia la pareja del otro lado de la piscina, que se muestran cada vez más apasionados.
—¿Te acostaste también con él?
—Sí.
La respuesta ha sido inmediata y desprovista de emocionalidad, como si le hubiera preguntado si había cerrado la puerta de la habitación. La cantante suspira ligeramente y estira la sábana hasta taparse los pechos.
—¿Te molesta saberlo?
—Me… No sé. No me dijo nada. Eso no me gusta.
—Debería ser yo la que se molestara. No lo consideró suficientemente importante como para decírtelo.
—¿Lo era?
—Para mí, sí. Para mí siempre lo es. También lo ha sido contigo —y la besa en la mejilla; la otra permanece impasible—. Pero supongo que para él, no. No sé si era importante en el contexto de vuestra relación. Pero, sinceramente, también creo que no. Veo que lo vuestro es muy sólido.
—Muy sólido, ¿eh?
—Sí. En el sentido de que se os ve fuertemente entrelazados.
—¿Fuertemente? Tú… tú te abriste paso en medio.
—¡Nooo! ¡Qué va! ¡No es eso! —y ríe con ganas— Solo era…
—Solo era ¿qué? ¿Un trofeo?
—¡Nooo! Para mí era… para mí el sexo es… —y vacila, lo que resulta extraño en ella, siempre tan segura de sí misma.
—¿Qué es el sexo, para ti? ¿Un… placer inofensivo?
—Para mí el sexo es… un camino de conocimiento.
—¡Venga ya! —la otra sonríe con ironía— Un camino de conocimiento… ¿de qué?
—Del alma, supongo.
La cantante, que había ido incorporándose a medida que la conversación adquiría intensidad, se deja caer ahora aparatosamente sobre el colchón.
—¡Vaya! Esto si que no me lo esperaba. Me dejas sin palabras.
Las dos mujeres permanecen un momento en silencio, mirando el techo.
—Tú y y, por ejemplo —habla por fin Eva—, hace un rato estábamos charlando en la piscina, ahora estamos aquí conversando también, en la cama, después de haber hecho el amor. ¿No te parece que nuestra conversación es ahora más sincera, más auténtica que antes?
—Bueno, por lo menos ahora estamos desnudas, ocultamos menos.
—Lo es, y lo sabes —vuelve la cara hacia ella y le acaricia la mejilla con un dedo.
—No entiendo nada.
Eva se gira hacia la cantante y, delicadamente, le hace girar también la cara para poder mirarse a los ojos.
—¿No tienes la sensación de que ahora me conoces mucho mejor, mucho más… a fondo? Nos hemos desnudado, hemos abrazado nuestros cuerpos, hemos unido nuestras bocas, que es la parte de nosotras por donde nos alimentamos, por donde respiramos, por donde sacamos las palabras para comunicarnos, nos hemos visto estremecernos de placer, abandonarnos a un… flujo intenso, poderoso, que brotaba de cada una de nosotras y se apropiaba de nuestra voluntad… Nos hemos mostrado la una a la otra de la forma más íntima que alguien puede mostrarse… ¿Tú crees que nuestra relación va a ser la misma a partir de ahora?
La cantante le aguanta la mirada con una expresión expectante. Traga saliva. Eva le sujeta la cabeza con ambas manos y la aproxima hacia la suya, hasta que las frentes se tocan. Sigue hablando en un susurro.
—Ahora ya nos conocemos. Nuestras almas ya se conocen. Y eso es para siempre. Aunque no volvamos a hacerlo. Que no digo que no quiera, ¿eh? Eres un encanto —y la besa delicadamente en los labios—. Pero ahora… es como si nos hubiésemos desvelado algo, lo más importante, lo más esencial, y eso, lo que hemos visto la una de la otra, siempre estará ahí para recordarnos cómo somos, para impedir que nuestra relación deje de ser auténtica.
—¿Siempre te acuestas con todos para llegar a esa… autenticidad en tu relación con ellos? —pregunta la cantante mientras se visten.
—Sí. Siempre que puedo. Si no puedo… no siento que los llegue a conocer realmente.
—Eso hace imposible una relación de pareja.
—¿Sí? No sé. Supongo. O tal vez no. No sé. Yo no la tengo y no la echo de menos. Pero te permite conocer a las personas realmente, y eso es lo que más me gusta de la vida. Ese es mi sueño: conocer muchas personas interesantes, todas las que pueda, y tener una relación auténtica con todas ellas.
—Acostarte con todas…
—Eso es solo un medio, un camino. Un camino hacia el alma. En las relaciones ordinarias nos protegemos, nos escondemos diciendo las palabras que queremos decir, mostramos la imagen que queremos mostrar. Representamos un papel. Conocer superficialmente a alguien es conocer lo que él quiere mostrar, conocer el personaje. Y estamos tan imbuidos en la necesidad de representar un papel que no podemos ser auténticos aunque queramos. Solo cuando nos dejamos arrastrar por una fuerza interna más intensa que nuestra voluntad de representar un papel, nos mostramos realmente como somos. Y solo de esa manera se establece un vinculo directo, íntimo, no mediatizado, entre dos personas. El sexo es la única fuente de conocimiento del alma, la única forma de contacto directo entre las almas. Sea lo que sea el alma, no veo manera de llegar hasta ella más que a través del sexo.
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